jueves, 20 de noviembre de 2008

El buen morir, la última lección de Randy Pausch


En algunas universidades de Estados Unidos hay una tradición por la que los profesores recitan lo que se llama “la última lección“. Esto es, una clase en la que los conferenciantes dejan constancia de sus enseñanzas más importantes, como si fueran las últimas clases de sus vidas. Sin embargo, el caso de Randy Pausch fue literal, porque acudió a impartir esta clase después de que un médico le diagnosticara un cáncer terminal de páncreas, cuya esperanza de vida era de tres a seis meses. En septiembre de 2007, ante un auditorio abarrotado de 400 personas en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, en Estados Unidos, el profesor, recién fallecido (el 25 de julio), dio una charla repleta de optimismo y muy vitalista, en la que, en vez de hablar sobre su enfermedad, el profesor trató sobre sus sueños de infancia.

Hay quien dice que el ser humano es el único animal que puede llegar a tener constancia de su propia muerte, la única especie capaz de adivinar su propia fecha de caducidad. El caso de Pausch es elocuente. Para mi y contra lo que él mismo considera, toda una lección de espiritualidad liberada de atamientos institucionales y lleno de humanismo. Una vez, ‘The New York Times’ preguntó al recién fallecido Randy Pausch si conocía el caso del otro profesor sobre cuya muerte se había escrito un libro. “No sabía que existía una sección en las librerías sobre profesores agonizantes“, respondió Pausch con su habitual sentido del humor.

El discurso de Pausch corrió como la pólvora en youTube y en diversas páginas de internet. El recientemente fallecido profesor fue considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista ‘Time’ y uno de los tres personajes del año 2007 por la cadena de televisión estadounidense ABC. Pero lo más importante es cómo el aplomo y el buen sentido del humor del profesor se expandieron y sirvieron para iluminar el camino de mucha gente que se encontraba en una situación tan dramática como la de Pausch.

Tenía 47 años y era profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsuburg. En septiembre del año pasado recibió una noticia que lo sacudió: su cáncer de páncreas le iba a permitir vivir sólo por un puñado de meses más. Tras meditarlo brevemente decidió abandonar su trabajo y dedicarse full time a disfrutar de su esposa y sus tres pequeños hijos de 2, 4 y 6 años, aquellas tres personas a las que pretendía hacer llegar su mensaje.

El mismo día que abandonó su tarea docente, las convencionales, claro, ya que después se convertiría en un maestro para muchos, dio esta conferencia de más de una hora ante sus alumnos que ya visitaron más de diez millones de personas en todo el mundo a través de Internet.

“Sé que esta película está por terminar“, se sinceraba en esa emisión televisiva, pero aclaraba que no había elegido ser “objeto de lástima“. “Esto no me gusta, tengo tres hijos pequeños, que quede claro. Esto apesta, pero no puedo hacer nada sobre el hecho de que voy a morir“, reconocía con una entereza envidiable.

En su mensaje mezcló un breve repaso de sus 47 años con consejos para sus hijos. En una especie de apunte para la vida televisado los llamó a que nunca se olviden de soñar, que luchen por conseguir lo que deseen, que sean agradecidos y sepan perdonar, entre otras tantas cosas. “Me estoy muriendo pronto y he escogido estar alegre hoy, mañana y los días que me queden“, decía. Y así lo hizo.

Ahí van algunas frases de la conferencia del profesor que, según algunos testimonios que se divulgaron en la red, hicieron más llevadera la enfermedad a muchas personas y llegaron a evitar incluso suicidios:

“Los muros de los ladrillos están ahí por algo. Ellos nos permiten comprobar hasta qué punto anhelamos ciertas cosas“.

“Si vuestros hijos quieren colorear sus habitaciones, hacedlo como un favor personal hacia mí, dejad que lo hagan” (es una referencia a cómo su madre nunca le detuvo a la hora de dar rienda suelta a su creatividad cuando era un niño).

“Tened paciencia, y la gente os sorprenderá y os impresionará“.

“Ayudar a los demás a llevar a cabo sus sueños es incluso más divertido que alcanzar los propios“.

“Me estoy divirtiendo. Y voy a seguir divirtiéndome todos los días“.

“Os sorprendería cuántos chicos de 19 años abandonan sus proyectos cuando les cierras ese camino“.

Ingenuidad, creatividad, entrega a la vida, en sí, espiritualidad laica en estado puro.

1 comentario:

J. Marcos B. dijo...

“Ayudar a los demás a llevar a cabo sus sueños es incluso más divertido que alcanzar los propios“. Me encanta esta frase...

Me gusto mucho este articulo. Gracias amigo.

Marcos