sábado, 29 de noviembre de 2008

La Red y el Futuro


La Red y el futuro de las organizaciones. Más conectados . . . ¿Más integrados?.
Desde hace más de dos décadas que venimos siendo testigos del impacto en la sociedad, que tienen las Tecnologías de Información y Comunicación, las TICs, al trazar un nuevo horizonte, un verdadero punto de inflexión en la historia de la humanidad y dando lugar, poco a poco, a una nueva sociedad: la Sociedad de la Información. Como una caja de Pandora, todo un universo de implicancias y significados se han abierto ante nosotros. El mundo está cambiando. Como en toda transición, el cuestionamiento y la duda, así como las actitudes optimistas y constructivas han de regir la percepción de los inusitados hechos. Para muchos, débiles pueden ser las argumentaciones a favor de las implicancias revolucionarias de cambios que aún no se han dejado sentir lo suficiente en todos los niveles de la sociedad y la cultura. Es un hecho cierto que las TICs aún no se han generalizado lo suficiente como para poder hablar de una verdadera revolución, con las implicancias universalistas que ello involucra. A pesar de ello, gran parte del libro La Red y el futuro de las organizaciones. Más conectados...¿Más integrados? habla acerca de estas tecnologías y de cómo ellas afectan el escenario cultural que hoy impera, a la vez son consecuencia de él. He decidido asumir el riesgo de aseverar, a lo largo del texto, y con cierto ímpetu provocador, que una nueva sociedad, basada en una forma distinta de concebir la realidad, se entreteje alrededor de Internet y la penetrante conectividad de las TICs.

Es incuestionable que estamos en presencia de una revolución tecnológica. Sin embargo, la aventurada tesis que abraza el libro: La Red y el futuro de las organizaciones. Más conectados...¿Más integrados? consiste en afirmar que una nueva conciencia, una nueva manera de ver la realidad, está emergiendo y que los usos, cada vez más ubicuos, de las TICs contribuyen, como catalizadores, a que esta evolución de la conciencia tenga lugar, extendiendo así, los alcances de tal revolución a todos los planos de la realidad cultural, social e individual. Poco a poco, la alienación del racionalismo moderno tiende a ser sustituido por un nuevo humanismo que no se basa en los valores mercantiles y fortalece una ética renovada de solidaridad y una nueva ciudadanía.

Es innegable que gran parte de la sociedad está sumida en un síndrome profundo, en una inercia espiritual, una suerte de pasividad sin ambición ni creatividad, sin pensamientos intrépidos ni esclarecidos. Imaginarnos como un grupo de víctimas ha sido una señal de que hay un vacío espiritual que clama por ser colmado. Éstos son los síntomas del alma en busca de claridad; sí, de una claridad esencial, pero hasta hoy fue ensombrecida por estructuras mentales heredadas de un pasado moderno que no son fácilmente desarmables porque son las secuelas del darwinismo neoliberal, base filosófica de la modernidad. Efectivamente, se ha dicho que la modernidad supuso no sólo la muerte de lo divino, sino también la desaparición de las diferencias cualitativas, la sustitución de la calidad por la cantidad, la pérdida de los valores y los significados, la fragmentación y alineación de la vida, el materialismo y la angustia existencial, en definitiva, el desencanto del mundo. Es cierto y cabe acotar, que la modernidad trajo consigo aspectos sumamente positivos como la democracia, los ideales de justicia, igualdad y libertad con independencia de credo, raza, clase o religión, la medicina, la química moderna, la biología y su teoría de la evolución, la abolición de la esclavitud y la declaración de los derechos humanos universales y tantos otros aspectos destacables.

Internet y las TICs no son la piedra filosofal, sin embargo estoy convencido que ambos están cambiando radicalmente la naturaleza de la sociedad y la de cada uno. Gracias a ellas, nos encontramos en la doble necesidad de profundizarnos a nosotros mismos y, simultáneamente, de ver más hacia lo que nos rodea ¿Cómo puedo presumir que sé esto? Lo sé porque me está cambiando a mí, lo mismo que a cientos de personas con las que me comunico todas las semanas. Internet, la trama electrónica de las TICs, es una colección de personas únicas. Trataré de expresar, a lo largo del libro: La Red y el futuro de las organizaciones. Más conectados...¿Más integrados?, que el pulso de nuestra cultura está palpitando al ritmo de la Red. Quizás la mejor forma de explicar esto sea relatando mi propia historia. Prefiero no hacerlo para no aburrirlos. El deseo ferviente por conectarnos habla de un anhelo tan intenso y, en cierta forma ancestral, que sólo puede entenderse como algo de naturaleza espiritual. Una nostalgia en nuestro interior revela que nos hace falta algo en la vida. Lo que falta es el sonido de la voz humana. La atracción espiritual de la Red es la promesa y la premisa al retorno de esa voz.

Mucho se ha investigado y escrito con el objetivo de advertir, conceptualizar, comprender y evaluar los cambios en los estilos culturales, en las relaciones sociales y en los sistemas de organización facilitados por las TICs. La bibliografía, mucha de la cual se cita, es vasta y diversa según los enfoques e intereses ideológicos asumidos. Como en todo tema, hay literatura para todos los gustos ya que, la realidad siempre es más rica que cualquier esfuerzo por describirla. Por ello, bien vale la intención de atreverse a realizar osadas proposiciones, como las que intento suministrar a lo largo del libro: La Red y el futuro de las organizaciones. Más conectados...¿Más integrados?; más aún, si en la raíz de estas respira cierto optimismo esperanzador. Creo sinceramente que no podemos minimizar los innumerables aportes que la cultura de la libertad, propia de Internet, está teniendo en la revalorización de las ideas, en su circulación, y en la invención de numerosos procesos culturales y sociales inéditos que están ayudando a crear una nueva sociedad basada, digo yo, en una nueva conciencia. Estoy convencido de que tenemos mucho que decir sobre nuestro futuro y en eso estamos.

Internet es documentos, planillas de cálculo, bases de datos, archivos de música, video y contenidos multimediales de todo tipo: es información y, cada vez más, es Conocimiento. Pero también, Intenet es narrativas, conversaciones, historias, sentidos, memoria acumulada, capital social, comunidad, solidaridad y encuentro. Hay muchas formas de comprender lo que nos empuja hacia la Red: el acceso instantáneo a la información, la conexión y comunicación con otras personas (nuestros semejantes), la participación en comunidades virtuales, la capacidad de poder difundir nuestras ideas. Ninguna de éstas es una perspectiva equivocada; pero todas vuelven a la promesa de una voz y nos ofrece una puerta de acceso a nuestro yo auténtico.

La Red representa un espacio en el cual podemos ser quienes somos (y hasta quienes no somos, si esa es la voz que escogemos tener). Intuyo e intento fundamentar que la Red sencillamente ha liberado un deseo atávico de humanidad: el anhelo de reconectarnos a través del diálogo y la participación en comunidad. En verdad, esa ha sido la constante que ha prevalecido durante nuestra evolución como especie, desde las cavernas y chozas de adobe a los mercados abiertos, desde los pequeños pueblos de puertas abiertas a las naciones más imponentes. La noción de comunidad no viene dada por las posesiones que uno tiene ni por las redes de relaciones que validen una parte de nuestro ser, sino que acontece gracias al ejercicio de la libertad, una libertad que nos plenifica al compartir y al poseernos para darnos al otro. Esta es la base filosófica que sostiene el funcionamiento de la Red. Durante la modernidad, la libertad estaba estrechamente ligada a la autonomía y, en definitiva, a la propiedad. En efecto, es durante esa época en que se consolida la construcción del límite, es decir, los imperativos guiados por cercos, barreras y muros. Hoy vivimos la transición; nuestras búsquedas comienzan a orientarse, más bien hacia el sentido contrario, hacia la inclusión y el acceso, puntos de partida para advertir nuestro impulso en busca de la libertad de la que se alimenta todo el universo de la trama electrónica que se origina con la creación social que significa Internet. Hoy nuestros caminos se expanden gracias la gestación de díadas, ventanas, senderos, puentes y escaleras simbólicas construidas con la materia prima de la que se alimenta la Red: motivación, confianza, reputación, reciprocidad y cooperación.

Andres S.

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