sábado, 1 de noviembre de 2008

LA CARROZA VACÍA


Cuanto mas vacia la carroza, mas ruido hace...
Encontré muy interesantes estas pequeñas reflexiones ... en la cual plantea que una historia sobre la conversación entre un padre y su hijo... quienes caminan por el campo y escuchan un ruido, el padre le pregunta al hijo: ¿que escuchas?... y el hijo le responde: "Estoy escuchando el ruido de una carroza.- Eso es -dijo mi Padre-. Es una carroza vacía.- ¿Cómo sabes que es una carroza vacía, si aún no la vemos?- Es muy fácil saber cuando una carroza esta vacía, por causa del ruido. Cuanto mas vacía la carroza, mayor es el ruido que hace." Y todas las conclusiones y extensiones que se desprenden de esta metáfora, respecto de las personas... especialmente de aquellas que hablan demasiado, interrumpen la conversación de todo el mundo, inoportuna, presumiendo de lo que tiene (y lo mas seguro no tiene nada), de sentirse prepotente y haciendo menos a la gente, tengo la impresión de oír a voz de mi padre diciendo:

"Cuanto mas vacía la carroza, mayor es el ruido que hace"

EL PODER INTERIOR - THE POWER OF ONE, IS THE POWER TO DO SOMETHING, ANYTHING...


Si quiere algo diferente en su vida, quizá deba hacer cambios y el cambio se inicia en Usted. El Poder Interior es la posibilidad de explorar opciones y la libertad de tomar decisiones, aceptando los resultados no esperados reconvirtiéndolos en aprendizaje. Es poner nuestra energía en el presente, es ir más allá del miedo asumiendo la responsabilidad. Es la habilidad para cambiar la propia vida y la capacidad para crear los resultados que deseamos. Este nuevo paradigma significa revisar las creencias, el dialogo interior, las metáforas y potenciar los estados de recursos. Para ello debemos cambiar las representaciones mentales, recurrir a estados de recursos y modificar las emociones y el comportamiento.

Hay un viejo paradigma con el que todos nos hemos identificado en algún momento, que consiste en culpar a los demás por nuestra vida o nuestras circunstancias.

Este rol está muy difundido y lo vemos a diario inundando los medios de comunicación que nos dicen cómo dependemos de personas y elementos externos para que nos consuelen, curen, diviertan y para sentirnos autorizados.

Quizá sea más fácil culpar a los demás que asumir el compromiso del crecimiento y aprendizaje. Sin embargo, cuando esto sucede, eludimos la responsabilidad de nuestra realidad y el precio que pagamos es muy caro: la pérdida de la libertad para explorar opciones y tomar decisiones.

Es entonces cuando permitimos que otras personas se encarguen de decidir por nosotros.
Cuando desconfiamos de nuestra capacidad, quedamos paralizados y culpamos a otros por nuestro fracaso. En realidad el fracaso como tal no existe. Todos nuestros actos nos llevan inevitablemente a una nueva experiencia de aprendizaje y el fracaso será en todo caso un "resultado no esperado" del cual tenemos mucho para aprender.
VER ARTÍCULO COMPLETO Y VIDEO EN :
http://crecerpersonal.blogspot.com

viernes, 31 de octubre de 2008

Vivir el “aqui y el ahora”


Este mensaje es para ti, que has llegado hasta la situación del sufrimiento, y has tomado la decisión de no aceptar mas dolor. Quieres hallar felicidad, pero te asemejas al hombre que "cree haber perdido su caballo, se pasa toda la vida buscándolo, y al final descubre que siempre estuvo montado en el" (chuang Tzu).
Estas habituado a tener la atención dirigida hacia afuera, para percibir con la mente todo aquello que es exterior a ti. Dejas que la mente interprete cuál es el mundo real. Permites que designe lo que tu eres, según la comparación con las fachadas que fabrican los demás. Es ella quien decide si eres pobre o rico, bonita o fea, bueno o malo, poderoso o miserable, talentoso o bruto. Y luego pasas la vida anhelando ser aquello que no eres, tener aquello que no posees y sufres enormemente porque no puedes alcanzarlo.

Cuando construyes tu realidad con la mente, el pensamiento siempre está en movimiento. Viajas al pasado a recorrer una y otra vez aquellos eventos traumáticos donde te quedaste atascado. Repasas el dolor y dramatizas diálogos interminables de lo que podrías haber hecho y lo que deberías haber dicho. En este proceso pierdes tu salud, tu alegría, y el mundo parece gris y desabrido.

La mente no sabe vivir el tiempo presente, porque está demasiado ocupada para percibirlo. Si no está rebuscando en los archivos del dolor, estará planeando el futuro dentro de los parámetros de lo que ya has vivido. Ella no tiene posibilidades de aceptar algo diferente a lo que ya conoce, ni tampoco consigue manipular lo que vendrá para complacer tus deseos y apetencias. Los pensamientos proyectados al futuro te paralizaran de miedo, porque se enfrentan con la incertidumbre. Y el miedo es tu peor consejero, recuérdalo. Si lo aceptas como huésped te atraerá precisamente aquello que mas temes.

Cuando tomas la determinación de ser feliz, solo hay un cambio que debes hacer para lograrlo. Usa tu facultad de atención, y dirígela hacia adentro. Lo primero que trascenderás será el concepto del tiempo. Te darás cuenta de que el pasado no existe ya y que, para ser libre, debes diluirlo. Que el futuro se sale de tus manos, pues su único elemento fijo es la inseguridad. Es así porque la eficacia de tu aprendizaje depende ampliamente del hecho de enfrentarte con aquello que ignoras.

Solo puedes ser feliz en el “aqui y el ahora”, que es lo único que es tuyo. Ese “aqui y ahora” tienes que vivirlo, no con la mente y sus juicios interminables, sino con la conciencia de tu cuerpo físico y su inteligencia celular. Esto lo consigues si cultivas la atención enfocada hacia tu interior. Desde allí se te revelara un universo nuevo, espiritual y perfecto.

El “aqui y el ahora” te permite disfrutar del regalo que son tus sentidos, el olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído, que están ahí para realzar la vivencia de las maravillas que te rodean. Cuando la mente interfiera para sabotear tu percepción, vuelve inmediatamente tu atención hacia el cuerpo. Hay dos formas eficientes de lograrlo: puedes hacer conciente tu respiración, o conectarte con los latidos del corazón, tomándote el pulso.

Permite que el pasado se disipe con el convencimiento de que siempre hiciste lo mejor que pudiste. El futuro dejara de amenazarte si sabes que siempre estas bajo el cuidado de la provisión divina, que es perfecta. Tu perteneces ahora a la eternidad, que equivale al enfoque conciente en el “aqui y el ahora”. Este es el secreto de un hombre, que al acercarse el final de su vida sabe morir, simplemente porque ha sabido vivir.

A Healing Among Nations - Creating Connections Between Cultures and Countries


“Maslow said that our most basic needs are for food, clothing and shelter. We have found that the need to tell one’s story, to be heard, to be respected during a time of great shame at the hands of war, trauma and inequities is an equal, if not a greater, need.” – Bonnie Mansdorf, founder and Executive Director, Foundation for a Healing Among Nations

The phrase East meets West can have many meanings. It can signify, quite literally, the blending of Eastern and Western ways of living, healing modalities, and philosophies. It can also mean, in more general terms, a meeting in the middle of different viewpoints and beliefs. Buddhism as well promotes this “middle way.” In a world ripe with genocide, war, extreme economic disparity and environmental crisis, how can individuals and nations find a common ground? Perhaps it lies within the common humanity that exists between and within all human beings.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Eduardo Galeano: Las Venas Abiertas de Ámerica Latina



Su Obra Maestra: Leela online, gentileza de Imagen Personal Magazine.

El árbol de la Sabiduría





El árbol de la sabiduría
Rie
Relajate
Perdona
Pide ayuda
Haz un favor
Delega tareas
Expresa lo tuyo
Rompe un hábito
Haz una caminata
Sal a correr
Pinta un cuadro. Sonríe a tu hijo
Permitete brillar. Mira fotos viejas
Lee un buen libro. Canta en la ducha
Escucha a un amigo. Acepta un cumplido
Ayuda a un anciano. Cumple con tus promesas
Termina un proyecto deseado
Se niño otra vez. Escucha la naturaleza
Muestra tu felicidad. Escribe en tu diario.
Tratate como a un amigo. Permitete equivocarte
Haz un album familiar. Date un baño prolongado
Por hoy no te preocupes. Deja que alguien te ayude
Mira una flor con atención. Pierde un poco de tiempo
Apaga el televisor y habla. Escucha tu música preferida
Aprende algo que siempre deseaste
Llama a tus amigos por telefono. Haz un pequeño cambio en tu vida
Haz una lista de las cosas que haces bien. Ve a la biblioteca y escucha el silencio
Cierra los ojos e imagina las olas de la playa. Haz sentir bienvenido a alguien
Dile a las personas amadas cuánto las quieres
Dale un nombre a una estrella
Sabes que no estás solo
Piensa en lo que tienes
Hazte un regalo
Planifica un viaje
Respira profundo
Cultiva el amor

martes, 28 de octubre de 2008

REPORTAJE: FAMILIA


El éxito indecente
El caso del alpinista David Sharp, que murió en el Everest sin recibir ayuda de ninguno de los 40 escaladores que pasaron junto a él, es una noticia que encierra una potente metáfora sobre qué se está dispuesto a hacer para alcanzar cualquier cima, política, económica o social.
ÁLEX ROVIRA
El caso del alpinista David Sharp, que murió en el Everest sin recibir ayuda de ninguno de los 40 escaladores que pasaron junto a él, es una noticia que encierra una potente metáfora sobre qué se está dispuesto a hacer para alcanzar cualquier cima, política, económica o social.
Hace unas semanas apareció, en la sección de deportes de diversos medios de comunicación, una noticia que, como mínimo, generaba estupor: el neozelandés Mark Inglis, el primer alpinista con las dos piernas amputadas que llegaba a la cima del Everest, declaraba que una cuarentena de escaladores habían pasado sin prestar ningún tipo de auxilio al escalador británico de 34 años David Sharp, que agonizaba a 300 metros de la cima y que finalmente murió.
Opiniones encontradas. Tuve que leer la noticia varias veces y en diversos medios para creer que aquello era cierto. Cuarenta personas habían pasado al lado de un joven alpinista moribundo y siguieron andando para llegar a la cumbre. Cuando se difundió la noticia, diferentes foros de Internet dedicados al alpinismo y al deporte en general se llenaron de opiniones y comentarios de expertos. Iban desde la indignación –como el escalador vasco Juanito Oiarzabal, quien declaraba: "Muchos de ellos no pueden ser considerados escaladores"– hasta la justificación, con argumentos sobre por qué era imposible ayudar a David Sharp: se encontraba en la que se conoce como la zona de la muerte del Everest, situada por encima de los 8.000 metros, lo que hace –decían ellos– imposible el traslado del enfermo a una zona inferior.
Una voz potente. El debate ético estaba servido: todos parecían tener argumentos contundentes que justificaban la posibilidad o imposibilidad de salvar la vida a Sharp. Pero hubo una opinión que hizo callar muchas bocas. La expresaba sir Edmund Hillary, el alpinista neozelandés que coronó el Everest junto al sherpa Tenzing Norgay en 1953. Hillary dijo: "Creo que, en conjunto, la actitud con la que se escala hoy el Everest es un horror. A la gente sólo le interesa llegar a la cima y no le importa lo más mínimo que alguien pueda estar en apuros. Durante mi expedición, de ninguna manera hubiéramos dejado morir a un hombre bajo una roca. Simplemente no hubiera sucedido. Si tienes a alguien que te necesita mucho y tú tienes fuerzas, entonces tu obligación es hacer todo lo posible para bajar a ese hombre, y el hecho de llegar a la cumbre se convierte en secundario".
El caso es que no fueron ni uno, ni dos, ni tres, ni diez. Fueron cuarenta los individuos que miraron de refilón, vieron el dolor y no se acercaron. Pasaron a escasos metros de un hombre agonizante y siguieron su camino: increíble, indignante, vomitivo.
Segunda parte. Al día siguiente, los medios recogieron una nueva información que aportaba un matiz significativo. Dawa Sherpa, guía de altura de otra expedición, se detuvo, dio oxígeno a David Sharp e intentó ayudarle a moverse repetidamente durante casi una hora. Al parecer, Dawa prestó su ayuda en unas condiciones extremas con un frío de 38 grados bajo cero. Sus esfuerzos fueron vanos, ya que David, inconsciente y sin fuerzas, no consiguió mantenerse en pie ni tan sólo con la ayuda de los hombres que iban con Dawa. Era demasiado tarde. El sherpa, frustrado e impotente, tuvo que dejarlo no sin desconsuelo y lágrimas de rabia en los ojos. Al parecer, ni tan sólo con dos expertos escaladores era posible acometer el descenso con garantías para los tres hombres. Finalmente, en el dramático relato aparecía una dimensión humana: la compasión que nace en el peor de los entornos, el intento de ayuda reiterado, la fuerza puesta al servicio no de la propia vanidad, sino de la ayuda al otro, y luego la frustración, la resignación y el llanto. Era la segunda parte de la noticia la que hacía más soportable la náusea provocada por la lectura de los artículos del día anterior. Hubo por lo menos un hombre entre cuarenta que actuó como tal: que se acercó y lo intentó hasta que, rendido, abandonó.
Esta triste noticia que llega del Everest viene acompañada de una potente metáfora de lo que sucede con la especie humana hoy. Considerada antaño una montaña sagrada, el Everest es actualmente un cementerio que aloja 200 cadáveres y un vertedero de los residuos generados por centenares de personas que han ascendido a su cumbre. Nada es lo que era, ni en el lugar más alto de la Tierra. Además, parece ser que no es la primera vez que algo tan atroz sucede cerca de la cima de un pico mayor a 8.000 metros. Pero hasta que Mark Inglis habló, el secreto estaba bien guardado.
Argumentos. ¿Dónde está la ética, la alteridad, el sentido común, la compasión? ¿Dónde está, en definitiva, la calidad humana? Parece que para una parte muy importante de los que intentan llegar a la cumbre, sea de la naturaleza que sea, nada les importa excepto el propio éxito.
Al leer el artículo pensé que si para alcanzar las cimas geográficas se viven historias tan repugnantes cargadas de egoísmo, cómo no va a ser así en las cimas del poder político, empresarial o en cualquier otro. Sólo siendo profundamente cínicos y ególatras podemos encontrar argumentos razonables que justifiquen dejar de lado el mínimo gesto de bondad porque ésta a veces va en contra de la eficacia, la eficiencia o el propio éxito. Así, es fácil hallar lógicas evidencias que defiendan la esterilidad de la compasión, la ternura y la caridad. En efecto, para el psicópata o el narciso existen siempre motivos que, desde la avidez y vanidad sin límites, permiten pasar de largo de los problemas ajenos y volver a casa sin ningún remordimiento.
Un atisbo de esperanza. Todo parece valer para salir en la foto de la cumbre y aparentar ser alguien importante. El minuto de gloria personal no puede verse frustrado por el vecino aguafiestas al que le da por morirse cerca del que quiere ser campeón. Lo que cuenta, para esos que pasan de largo y buscan desesperadamente su propio éxito, es la imagen con la sonrisa en los labios, no importa si aparecen despeinados por el viento, porque se sienten orgullosos de sí mismos por ser tan guapos y estupendos. Es un triste futuro el que le espera a la especie si seguimos así. No sólo en lo que respecta al alpinismo, claro. Hay muchas fotos de personajes lamentables que aparecen despeinados y que han montado ciscos impresionantes para la humanidad con ristras de cadáveres incluidas que no salen en la foto porque importan mucho menos que un gol en un partido de Primera División.
Aunque, tras la lectura de esta historia, nos queda la esperanza de uno entre cuarenta; de un ser humano decente entre cuarenta indecentes. En el caso que nos ocupa, se trató de un sherpa entre cuarenta occidentales. Por lo menos consuela pensar que hay un 4% de personas que se detienen y hacen todo lo que pueden para que el otro sufra menos o pueda vivir. No perdamos la esperanza.
La raza de los decentes
Leyendo el caso de David Sharp recordé aquel fragmento del extraordinario libro 'El hombre en busca de sentido', del doctor Victor Frankl, en el que este médico austriaco relata sus terribles experiencias y a la vez sus profundos aprendizajes sobre las más hondas dimensiones humanas en el campo de concentración
de Auschwitz. El autor dice: "De todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la 'raza' de los hombres decentes y la raza de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes, así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de 'pura raza', y, por ello, a veces se podía encontrar, incluso entre los guardias del campo de concentración, a alguna persona decente".

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SAWABONA - DESARROLLO DE LA FUERZA INTERIOR...